No fue el apetito por la carne humana, sino los tatuajes del arponero de ballenas Queequeg, los que intimidaron a Ismael en ese pasaje de la novela Moby Dick, de Herman Melville, publicada en 1851.
Con excepción de los orificios en los lóbulos de las orejas femeninas, tatuarse y usar abalorios que perforasen otras partes del cuerpo (piercings) se consideraban -hace apenas tres décadas- costumbres salvajes y solo propias de marineros, de convictos o de clanes. Así, los estereotipos eran el caníbal de Moby Dick, Popeye el marino, Papillon el convicto y las bandas de motociclistas de los Hell’s Angels; pero esas prácticas se han vuelto comunes. En los Estados Unidos y Europa, cuatro de cada diez personas entre los 20 y los 40 años despliegan tatuajes, y siete de cada diez llevan aretes o piercings.
Aunque están de moda, los tatuajes y los piercings son en realidad costumbres ancestrales presentes en todas las culturas. Es posible que estas prácticas hayan tenido su origen en el Neolítico. Sitios habitados por cromañones y neandertales entre 40000-60000 años muestran residuos de tintes y abalorios que pudieron servir para hacerse tatuajes y piercings. El tatuaje más antiguo que se conoce se halló en una momia del Chinchorrro, en la frontera entre Chile y el Perú, y es de hace 6.000 años. A este lo siguen los tatuajes de Ötzi, un hombre congelado hace 5.300 años en los Alpes austriacos, el que además presenta perforaciones en los oídos. Momias egipcias de hace 4.000 años poseen tatuajes y piercings en diferentes partes del cuerpo, incluyendo en el ombligo.
Aunque algunos animales también “decoran” sus cuerpos, lo hacen para defenderse u ocultarse, como parte de su instinto. Así, el cangrejo Oregonia gracilis, que habita en el océano Pacífico, se camufla con anémonas, conchas, corales, esponjas y otros “abalorios” para evadir predadores. A medida que crecen, los moluscos del género Xenophora van insertando conchas de animales de su entorno en su caracola, de tal manera que se vean más grandes e imponentes. Al contrario de los animales, los humanos decoran su cuerpo por otros motivos, no precisamente adaptativos. Al igual que la música y la pintura, los tatuajes y piercings surgen alejados de los instintos primigenios y corresponden a derivaciones emergentes de pensamientos abstractos, característicos de nuestra especie.
Desde el punto de vista antropológico, hay varios motivos, no excluyentes, por los que las personas se tatúan o se ponen piercings (Body Image, 2007, 4: 87). El motivo más común responde a motivos estéticos, como la belleza corporal, el arte o la moda. Esto es evidente en actores de cine, cantantes y deportistas, quienes despliegan tatuajes y piercings en partes visibles para ser admirados e imitados por sus “fans”. Algunos consideran obras de arte o alhajas a sus tatuajes y piercings, los que también pueden funcionar como símbolo de status. Así lo expresó el futbolista y modelo David Beckham: “Me alegra haber cubierto mi cuerpo con obras de arte permanentes”. El segundo motivo se relaciona con crear, mediante diseños particulares de tatuajes y de piercings, una identidad que contribuya con la afirmación de la personalidad. La razón principal es apartarse de “los otros” mediante distintivos que permitan controlar la apariencia personal. Este Leitmotiv es particularmente recurrente entre los más jóvenes y los solteros, y constituye una de las primeras causas del uso de tatuajes y piercings. Otra razón es la de establecer narrativas personales como la expresión de valores, catarsis, amoríos, historias y experiencias individuales. Son comunes los corazones sangrantes “derramando amor” y atravesados por una flecha. Armando Maradona -quien lleva varios tatuajes y piercings- expresó: “Algo de Chávez me quisiera tatuar”. Algunos tatuajes más dramáticos corresponden a relatos de mujeres que han sufrido golpes y abusos, quienes “recuperan” la parte lesionada del cuerpo mediante tatuajes y piercings permanentes y a veces dolorosos que se hacen de forma deliberada en un proceso de autocuración. Lo mismo se ha visto en soldados heridos en combate. Algunos se infligen tatuajes y piercings para demostrar su resistencia física. Probar el umbral de dolor y la superación de los límites personales mediante tales prácticas, es valorado dentro de algunos grupos sociales. Además, la estimulación dolorosa es asociada con la generación de emociones y de efectos narcotizantes.
Los tatuajes y los piercings poseen un carácter adictivo por la liberación de endorfinas, carácter asociado con la penetración dolorosa del cuerpo. También puede existir adicción desde una perspectiva psicológica en respuesta a diferentes estados mentales. Ciertos grupos sienten compromiso con una filosofía, una religión o un activismo. Tatuajes como crucifijos, estrellas de David, esvásticas, escudos y muchos otros indican la afinidad o la afiliación a grupos con los cuales se quiere ser identificado. Existen tradiciones milenarias, como las de monjes budistas y las de habitantes de las islas del Pacífico sur (como Queequeg), quienes usan tatuajes y piercings como rituales. Otras tradiciones más recientes son las impuestas por las maras o las barras de futbol.
Algunas personas se tatúan o usan piercings como rebeldía y señal de protesta contra sus padres o la sociedad. Las modificaciones corporales puede ser provocativas por su carácter invasivo, pero también porque se han asociado con subculturas y movimientos de tendencias transgresoras. También hay razones eróticas, como los piercings en pezones y órganos genitales, o los tatuajes en zonas sensuales del cuerpo. Algunas de estas intervenciones demuestran mensajes directos, mientras que otras son más sutiles y expresan afectaciones a la propia sexualidad. Aunque muchos de estos tatuajes son “ocultos”, en realidad están diseñados para ser vistos de manera privada o pública, según el contexto.
Tomando en cuenta la diversidad de costumbres de los humanos, es segura la existencia de otros motivos para tatuarse y agujerearse el cuerpo. Algunos casos son involuntarios, como los tatuajes y aretes impuestos a niños, o los que se sufren durante un momento de inconsciencia, como una borrachera, un “pasón” de drogas o el efecto narcotizante del amor…
Cualesquiera que sean los motivos, los humanos seguirán interviniendo sus cuerpos con tatuajes, piercings, laceraciones, botox y cirugías estéticas. Al fin de cuentas, lo importante no es mirar esos accesorios, sino las intenciones de aquellos que los llevan. Así lo percibe Ismael cuando observa al “salvaje” Queequeg: “No se puede ocultar el alma. A través de todos sus fantasmagóricos tatuajes, yo creía ver las huellas de un corazón sencillo y honrado; y, en sus grandes ojos profundos, ferozmente negros y valientes, parecía haber muestras de un espíritu que se atrevería contra mil diablos”.
Este ensayo fue publicado en La Nación: http://www.nacion.com/ocio/artes/bueno-malo-feo_0_1496450343.html
- Wohlrab S1, Stahl J, Kappeler PM. Modifying the body: motivations for getting tattooed and pierced. Body Image. 2007;4:87-95. PMID:18089255
- Pajor AJ, Broniarczyk-Dyła G, Świtalska J.Satisfaction with life, self-esteem and evaluation of mental health in people with tattoos or piercings. Psychiatr Pol. 2015;49(3):559-73. PMID:26276922
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