sábado, 24 de septiembre de 2016

La “amarga ciencia” del amor


Un año antes de que saliera El amor en los tiempos del cólera de García Márquez, hubo una obra inédita elaborada por otro ilustre “García” (Federico García Lorca) que causó revuelo entre los amantes del amor: Los sonetos de amor oscuro. Escritos durante los últimos años de la vida del poeta entre 1934 y 1936, y a pesar de que algunos versos circularon clandestinamente, ellos fueron “protegidos” de la vista de los enamorados en una fría caja fuerte de acero por casi medio siglo, hasta su publicación en 1984. Entre esos sonetos, hay uno, Llagas de amor, que reclama la atención por su belleza y por remitir a la “amarga ciencia” del amor:

Esta luz, este fuego que devora.
Este paisaje gris que me rodea. 
Este dolor por una sola idea. 
Esta angustia de cielo, mundo y hora.
Este llanto de sangre que decora 
lira sin pulso ya, lúbrica tea. 
Este peso del mar que me golpea. 
Este alacrán que por mi pecho mora. 
Son guirnalda de amor, cama de herido, 
donde sin sueño, sueño tu presencia 
entre las ruinas de mi pecho hundido. 
Y aunque busco la cumbre de prudencia 
me da tu corazón valle tendido 
con cicuta y pasión de amarga ciencia. 

Este soneto, que refiere a la memoria de un amor imposible, se compone de dos cuartetos y dos tercetos; su rima es consonante, con versos endecasílabos que presentan la métrica: abba abba y adc dcd. A pesar de eso y más, los eruditos en lingüística estructural, en psicolingüística, en sociolingüística, en análisis del discurso, en sociología de la literatura, en semiótica, en retórica, en versología y en hermenéutica no se han puesto de acuerdo sobre lo que es y no es poesía, y mucho menos poesía de amor. De otra manera los sonetos de Lorca nunca habrían sido prohibidos…

Desde la perspectiva de la “amarga ciencia”, el enamo- rado Federico, antes que “cicuta” debió estar bajo los efectos de la oxitocina, la hormona asociada con la empatía; y mostrar bajos nive- les de serotonina, seme- jantes a los que presentan la personas con desórdenes psicológicos obsesivos-compulsivos. Algo de razón tenía el otro García (Rubén Darío) cuando dijo: “Amor es violento, y cuando nos transfigura nos enciende el pensamiento la locura”. 

El amor romántico es una de las emociones más frecuentes entre los humanos. Mientras la palabra “Dios” aparece unas 200 millones de veces en la Internet, la palabra “amor” tiene cerca de 400 millones de entradas. Si se toman en cuenta todos los idiomas, entonces surge cerca de 20.000 millones de veces. Con excepción de la física, todas las ciencias han procurado desenmarañar los secretos de amor. Aun así, es poco entendido.

Durante gran parte del siglo XX, las ideas sobre el amor estuvieron dominadas por las peligrosas concepciones sexistas de Freud, que proponían como partida los estadios, anal, oral, fálico y genital, y la noción del complejo de Edipo, así como la risible idea sobre la “envidia al pene”. Con la reivindicación de las mujeres y de los homosexuales, así como con el surgimiento de la psicología experimental y la neurofisiología, esos disparates han sido borrados; al grado tal, que la revista más influyente en psicología Psychological Science publicó en 1996: “…dese el punto de vista científico y terapéutico, no existe beneficio ni nada que decir del sistema freudiano, de sus componentes o cualquiera de sus dogmas”. RIP…

El amor romántico es la culminación de la interrelación compleja entre la biología, la química, el ambiente y la cultura. Por eso, es poco probable que haya dos personas que experimenten el amor del mismo modo. Sin embargo, hay elementos comunes en todos los enamorados, lo que sugiere que el amor tenga una función adaptativa para la especie, desde la perspectiva de la selección natural.

Según el psicólogo Steven Pinker, el amor pudo surgir durante la evolución como un mecanismo para motivar a los individuos a cumplir tareas esenciales, tales como el cuido, la protección, la alimentación y la reproducción. Nunca podrá saberse. Sin embargo, es lógico pensar que el amor es un proceso derivado del altruismo, el que se registra en las especies sociales para favorecer la transferencia de los genes mediante la cooperación más que por la competencia. Esta es la razón por la que los padres están dispuestos a sacrificarse por sus hijos, pues parte de su ADN está representado en los críos, y por tanto el altruismo asegura la transferencia y preminencia de sus genes. 

Al contrario del amor filial, el amor romántico ocurre entre personas no relacionadas por parentesco. En el caso de los heterosexuales, los vínculos afectivos aseguran la reproducción y protección de la pareja, la ofrenda y la colaboración en la crianza de los hijos. En especies semimonógamas (o semipolígamas) como los humanos, se ha propuesto que el amor romántico asegura el cuidado de los genes, incluso desde el vientre de la madre, favoreciendo la unión, por lo menos por el periodo requerido para la crianza. 

Se ha planteado que la “química” del amor romántico, ya sea homosexual o heterosexual, presenta tres etapas que impactan zonas específicas del cerebro. La primera es el deseo. En general, escoger a una pareja potencial toma unos tres minutos. Los elementos determinantes son: el lenguaje corporal (~50%), la cadencia de la voz (~40%) y la conversación (~10%). En esta etapa los involucrados son víctimas de un plan natural en el que participan la testosterona (masculina) y el estrógeno (femenina), hormonas que promueven la relación física y sexual. 

La segunda es la atracción. Este es la etapa de mayor empatía y diversión entre los enamorados. En ella los amantes pasan mucho tiempo juntos, retozando y pensando en el “otro” de manera compulsiva. En esta etapa, la noradrenalina, la dopamina y la serotonina son los neurotransmisores que impactan al cerebro. La noradrenalina es responsable de la euforia. Induce un estado de alerta, en el que el corazón late más rápido, hay menos sueño, poca hambre y estimula el disfrute de los pequeños detalles de forma exquisita. La dopamina proporciona placer, por lo que tiene un efecto parecido al de la cocaína y por tanto es adictiva. Durante esta etapa los niveles de serotonina disminuyen y, como en García Lorca, induce al cerebro a pensar de manera compulsiva en el ser amado, causando que las personas se vuelvan “locas de amor”.

El tercer periodo es la consolidación, y está dominado por la oxitocina, hormona que también se libera durante el orgasmo y la crianza. Esta favorece que las parejas permanezcan juntas por periodos prolongados, se consoliden para la crianza y para proyectos de vida a largo plazo. En este estadio, la vasopresina, también liberada durante el orgasmo, colabora con la oxitocina para fortalecer los vínculos.

Sin embargo, las mismas causas evolutivas que inducen a la pasión del amor romántico, generan un lado de “amor oscuro”. Las telenovelas, los tangos y las canciones rancheras son testigos de los celos, el control, la duda, la rabia, la desilusión y el despecho; todos promovidos por una química menos estudiada que impacta zonas desconocidas del cerebro. Según Pinker, estos comportamientos pudieron haber surgido durante la evolución como “detectores” para “asegurar” al ser amado y que los lazos amorosos permanecieran durante la diversidad del contacto social. Aunque esto suena razonable, la ignorancia sobre las razones del “lado oscuro del amor” prevalece. Ya Gabo, el maestro del amor lo advertía: “Lo único que me duele de morir, es que no sea de amor”.
Edgardo Moreno


Este ensayo adaptado por el autor se publicó en el periódico La Nación: http://www.nacion.com/ocio/artes/amarga-ciencia-amor_0_1542645749.html

Lecturas recomendadas

  • Ebstein RP1, Israel S, Chew SH, Zhong S, Knafo A. 2010. Genetics of human social behavior. Neuron.65:831-844.
  • Steven Pinker. 2008. Crazy love. Time. 28;171:82-83.
  • Scheele D, Wille A, Kendrick KM, Stoffel-Wagner B, Becker B, Güntürkün O, Maier W, Hurlemann R. 2013. Oxytocin enhances brain reward system responses in men viewing the face of their female partner. Proc Natl Acad Sci U S A. 110:20308-20313.

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