En una escena de la película de ficción Lucy (2014), el profesor y psicólogo
Norman –personificado por Morgan Freeman– con su magnífica voz, alecciona a sus
discípulos: “Se calcula que la mayoría de los seres humanos sólo utilizan el
diez por ciento de su cerebro... Imagínense si pudieran acceder al cien por
ciento. Cosas interesantes empezarían a suceder”. No creerle al actor
intérprete de Dios, de Nelson Mandela y del presidente de los Estados Unidos
parece ser una tarea difícil, especialmente para la actriz principal de Lucy, Scarlett Johansson. Sin embargo,
esa creencia es un formidable mito, tal y como lo explica el ensayista Víctor
Hurtado Oviedo (Áncora, 14/09/15).
Mediante resonancia magné- tica y otras técnicas, se ha
de- mostrado que los humanos uti- lizan todo el encéfalo. Cada célula cerebral
siempre está activa. Es verdad que algunas zonas del cerebro son más activas
que otras, dependiendo de la tarea que se realice. Así, cuando se oye música,
se sue- ña o se mira a la persona ama- da, algunas áreas del cerebro se “encienden”
más que otras; pero el cerebro solo para cuando muere.
Es probable que la leyenda del 10% haya sido apoyada por
investi- gaciones que se hicieron a cerebro abierto explorando las funciones
asociadas a zonas del encéfalo, en particular el “homúnculo cortical”: una
representación del cuerpo humano por encima de una región de la corteza
cerebral involucrada en tareas motrices y sensoriales. La primera referencia
documentada sobre esa ficción se remonta a 1936, cuando el escritor
estadounidense Lowell Thomas (1892-1981) afirmó lo siguiente en el prefacio del
libro Cómo hacer amigos e influir en la
gente, de Dale Carnegie (15 millones de ejemplares vendidos): “un hombre
promedio utiliza solo el 10 % de su capacidad mental”. Aunque señala al psicólogo
William James (1842-1910) como el responsable del concepto, Thomas lo exageró e
incluso agregó el porcentaje.
Otra fábula común es la que alega que “el alcohol mata a
las neuronas”. Es probable que esta leyenda surgiera como consecuencia de la
conducta de los borrachines. El alcohol actúa sobre distintos receptores
neuronales causando desbalance en la comunicación, pero estudios
histopatológicos y de fisiología celular han demostrado que este elixir no mata
neuronas, por lo que una borrachera no produce un hoyo en el cerebro de los
beodos. Es cierto que la ingestión prolongada de alcohol afecta a las sinapsis
nerviosas, en particular a las dendritas; sin embargo, el efecto es reversible.
Una excepción es el daño que el alcohol puede causar en la formación de
sinapsis estables en el feto y en edades tempranas del desarrollo de los niños.
En ellos puede inducir problemas en la cognición. Por otro lado, la
intoxicación etílica crónica, aunada a una mala alimentación, causa deficiencia
de vitamina B1, por lo que puede ocasionar daño cerebral colateral
contribuyendo así al mito sobre la muerte neuronal etílica.
Un cuento harto divertido es el llamado “efecto Mozart”,
mito que alega que los niños se vuelven más inteligentes si escuchan música
clásica durante su desarrollo. Su origen se remonta a un “experimento” de 1990.
En él se propuso que los jóvenes que escuchan a Mozart cuando estudian,
obtienen mejores calificaciones. Como resultado, se ha lanzado al mercado una
cantidad enorme de libros y discos sobre el tema, así como aditamentos
curiosos, convirtiendo a este cuento en un negocio multimillonario. Incluso se
venden bocinas que se adaptan a los redondeados vientres de las mujeres
embarazadas y audífonos para los pequeños oídos de los niños, todo esto para
transformar a los retoños en superdotados. En general, tocar un instrumento
musical ayuda al razonamiento espacial, y leer música o memorizar tonadas
activa las regiones del cerebro involucradas en la memoria. Sin embargo, otras
actividades artísticas también estimulan al cerebro. Escuchar música clásica
–especialmente a Mozart– puede ser sublime, pero experimentos bien controlados
han demostrado que es falso que vuelva más inteligente a las personas. En su
defecto, también es falso que escuchar reguetón o a Julio Iglesias embrutezca a
la gente.
El “sexto sentido”, que aparentemente confiere
habilidades telepáticas a las mujeres, es otra fábula común sobre las
habilidades del cerebro. Lo que sucede es que las mujeres son más empáticas en
promedio y responden mejor a los estados de ánimo que los hombres. Este es un
efecto cognoscitivo coherente con la llamada “teoría de la mente”. Esta teoría
refiere a la capacidad que tienen los humanos de advertir los pensamientos y
las intenciones de otros individuos, de grupos o de sí mismos. Por ejemplo, la
“teoría de la mente en acción” es entender un chiste o advertir cuándo termina
una obra musical sin conocer su final, con tan solo percibir el entorno
–evitando así, la candidez de un aplauso a destiempo–.
Por el contrario, casi siempre se ignoran otros sentidos.
Además de la vista, el olfato, el oído, el gusto y el tacto, existen cerca de
una veintena de sentidos diferentes en los humanos. Uno de los más importantes
es el que coordina el ritmo circadiano, responsable del “ordenamiento” de las
rutinas, incluyendo las horas de vigilia y sueño. En los humanos, el “reloj”
circadiano se asocia con un grupo de neuronas del hipotálamo medial localizadas
en el núcleo supraquiasmático. Aunque este sentido es modulado por varios
factores externos, la luz desempeña un papel central. Además de los conos y los
bastones, la retina posee células fotorreceptoras que registran cambios de luz
mediante un pigmento llamado “melanopsina”. Estas células transmiten su mensaje
a través del tracto retinohipotalámico para interpretarlo. Como consecuencia se
estimula la secreción de melatonina por la glándula pineal, una hormona que
regula parte del ritmo circadiano y que se relaciona con el envejecimiento. Alteraciones
del ritmo circadiano (y de la melatonina) son graves y pueden causar la muerte.
Por esto, uno de los más crueles tormentos es el suplicio llamado “la tortura
de la luz”, diseñado para alterar el ritmo circadiano en los prisioneros.
Uno de los relatos más dañinos sobre las funciones del
cerebro es la interpretación freudiana que alega que los sueños son una
representación de los deseos y una vía privilegiada de acceso al inconsciente.
Esto no es más que un mito creado por otro mito: Freud. Si bien los estudios no
han sido concluyentes, se ha progresado al respecto. Una teoría propone que los
sueños sirven para fomentar las conexiones entre las emociones y los recuerdos,
otra plantea que sirven para ordenar la memoria, y algunas indican que los
sueños no tienen función y que son “basura cognoscitiva”. Incluso, hay un
modelo que integra las teorías y predica que su función es la de crear
conexiones entre los pensamientos modulados por las emociones.
Las leyendas sobre el cerebro son variadas y difíciles de
erradicar. Esto se debe, en parte, a que apenas se entienden la fisiología y la
psicología de este órgano depositario de la “mente” y del “intelecto”. Ello
induce a exageraciones y a buscar respuestas fáciles. Una vez vox populi, los mitos se instalan como
verdades en la imaginación de mucha gente. Creer con el 100 % del cerebro es
más fácil que pensar con el 10 % de él…
Edgardo Moreno
Este ensayo adaptado por el autor se publicó en el periódico La
Nación: http://www.nacion.com/ocio/artes/usar-cerebro-mitos_0_1528647138.html
Lecturas
recomendadas
- Jarret C. 2015. Great myths of the brain. Wiley Blackwell, Oxfort U.K.pp.352
- Rial A. 2016. Repensar el cerebro: secretos de la neurociencia. Publicaciones de la Universitat de Valècia, España. pp. 134
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